Talento vs. Compromiso: la verdadera diferencia en el desarrollo de una futbolista

En el fútbol femenil formativo hay una verdad que pocos quieren mirar de frente: el talento no alcanza. Especialmente entre los 9 y los 13 años, cuando muchas niñas ya muestran habilidades naturales que sorprenden, pero no todas desarrollan el compromiso que las llevará lejos. Y ese compromiso —para bien o para mal— no nace dentro de la cancha, sino en casa.

En esta etapa, donde se define el gusto por entrenar, la resistencia a la frustración, la disciplina y el sentido de responsabilidad, los padres tienen un rol crucial. Algunos impulsan, acompañan y educan en el esfuerzo… mientras otros, sin darse cuenta, frenan a sus hijas con pretextos, miedos o decisiones que priorizan lo urgente sobre lo importante.

Este artículo explora esa tensión entre talento y compromiso, y cómo las familias pueden ser el motor —o el freno— del crecimiento deportivo de una niña.

El talento: brillante, pero insuficiente.

A los 10 u 11 años, muchas niñas ya muestran lo que comúnmente llamamos “talento”. Controlan el balón con naturalidad, entienden el juego, se mueven con intuición y compiten sin miedo. Esas capacidades innatas generan ilusión: padres emocionados, entrenadores atentos, niñas felices.

Pero aquí aparece un riesgo silencioso: confundir talento con destino.

Las investigaciones en psicología del deporte son claras:

Las habilidades naturales predicen muy poco el desarrollo a largo plazo frente a factores como la disciplina, la motivación y la práctica estructurada. (Ericsson, K. A. 2006; “The Cambridge Handbook of Expertise and Expert Performance”)

Incluso en academias élite europeas, donde entrenan las mejores jóvenes del continente, los técnicos reconocen que el talento no garantiza nada. Lo que realmente diferencia a las jugadoras que llegan lejos es su capacidad para sostener el trabajo diario, incluso cuando el entusiasmo inicial desaparece.

En otras palabras: el talento abre la puerta, pero el compromiso la mantiene abierta.

El compromiso: la caja que pocos abren.

A diferencia del talento, el compromiso no viene instalado de fábrica. Es una construcción que se moldea con experiencias, hábitos, rutinas y —sobre todo— con lo que una niña observa en su propia casa.

El compromiso no es solo “querer ir a entrenar”. Es:

  • llegar puntual, aunque haga frío;

  • cuidar la alimentación;

  • cumplir con la tarea escolar sin excusas;

  • respetar procesos;

  • tolerar la frustración;

  • y entender que mejorar lleva tiempo.

Por eso se dice que el compromiso es una caja aparte. Una caja que se abre todos los días, no solo cuando la niña tiene ganas.

Y aquí es donde aparecen dos caminos muy distintos: el compromiso negativo y el compromiso positivo.

El compromiso negativo: el que se rompe en casa.

Muchas niñas pierden oportunidades no por falta de talento, sino por la conversación que escuchan en el comedor familiar.

Ejemplos que vemos cada semana:

  • “Está lejos el entrenamiento.”

  • “Hoy no vas porque tu tía está enferma.”

  • “¿Entrenar? Mejor descansa, luego te cansas mucho.”

  • “No podemos gastar en esto ahorita.”

  • “El fútbol no te va a dar nada.”

  • “Es que eres niña, ¿para qué tanto esfuerzo?”

En la mente de un adulto, estos argumentos pueden parecer lógicos.
En la mente de una niña, se traducen en otra cosa:

No eres tan importante. No vale la pena intentarlo. Tus sueños no caben aquí.

Diversos estudios en psicología infantil señalan que las actitudes de los padres hacia la actividad física influencian directamente la percepción que los niños tienen sobre su propio valor y capacidad (Fredricks & Eccles, 2004).

Sin intención de lastimar, muchos padres transmiten límites que se vuelven permanentes.

Cuando alguien me dice:

“Mi hija ya no quiso ir”,
-casi siempre lo que realmente pasó es que dejó de sentir apoyo. Las niñas son un espejo: reflejan lo que viven.-

El compromiso positivo: el que construye una carrera.

Por otro lado, están esos padres que no solo llevan, sino acompañan.

Son los que enseñan a sus hijas que la disciplina vale más que el cansancio.
Los que dicen:

  • “Vamos, yo te llevo.”

  • “No pasa nada si hoy tienes flojera, igual cumplimos.”

  • “Si quieres ser buena, hay que trabajar.”

  • “Estoy orgulloso de ti por esforzarte.”

  • “Aquí estamos contigo.”

Son padres que entienden que el deporte no es un gasto, sino una inversión en carácter.

Estos padres generan un impacto enorme: sus hijas crecen con seguridad, con sentido de responsabilidad y con la idea de que sus metas sí importan.

La literatura deportiva es clarísima al respecto:

El apoyo parental es el predictor más fuerte de permanencia y éxito en deportes juveniles.
(Sánchez-Miguel et al., 2013 — “Parental Involvement in Youth Sport”)

Una niña que se siente acompañada desarrolla la mentalidad necesaria para competir. No perfecta, pero sí resiliente.

El choque real: talento que no se sostiene.

En los procesos de clubes, selecciones regionales y proyectos como BmElite lo vemos todos los días:

  • Niñas brillantes que desaparecen a los pocos meses.

  • Jugadoras con talento enorme pero con asistencia irregular.

  • Atletas con condiciones extraordinarias pero sin hábitos.

  • Familias que “suenan muy interesadas” pero nunca cumplen.

Y por el otro lado:

  • Niñas que al inicio no destacan tanto, pero que vienen, trabajan, escuchan y regresan mañana.

  • Niñas que no fallan un entrenamiento aun cuando viven lejos.

  • Niñas que construyen, poco a poco, una carrera.

¿A quién elige el proceso?
A quien viene.
A quien se queda.
A quien trabaja.
A quien sí puede sostener el compromiso.

La élite deportiva siempre forma a las más constantes, no necesariamente a las más brillantes.

Lo que los padres deben entender hoy.

El fútbol femenil en México está creciendo a un ritmo sin precedentes. Las oportunidades aumentan: olimpiadas juveniles, ligas nacionales, universidades, visorias profesionales, microciclos regionales…
Pero esas oportunidades no esperan a nadie.

La realidad es dura, pero justa:

Una niña talentosa sin compromiso se queda atrás.
Una niña disciplinada sin talento alcanza.
Una niña con ambos… trasciende.

Y los padres son un factor determinante en que su hija caiga en uno de estos tres caminos.

¿Qué pueden hacer los padres desde hoy?

Aquí van algunos puntos prácticos basados en estudios sobre motivación en el deporte juvenil:

1. Eliminar los pretextos adultos.

Si la niña quiere, no le cortes las alas con tus cansancios, distancias o culpas.

2. Establecer rutinas claras.

Las niñas rinden mejor con horarios, hábitos y estructura.

3. Hablar del esfuerzo, no solo del resultado.

Dweck (2006) explica cómo la “mentalidad de crecimiento” se forma desde las palabras que los padres usan.

4. Celebrar la disciplina, no solo el talento.

“El talento te lo regalaron, el trabajo lo decidiste tú.”

5. Mostrar coherencia.

Si los padres fallan en puntualidad, compromiso y constancia, la niña aprende a hacer lo mismo.

El talento es un inicio, el compromiso una decisión.

En BmElite, en Selección Salamanca y en cada proceso formativo que hemos impulsado, hemos comprobado lo mismo una y otra vez: las jugadoras que llegan lejos no son las más talentosas, sino las más comprometidas.

El compromiso no es glamuroso, pero construye carreras.
El talento emociona, pero NO sostiene procesos.

Y los padres tienen en sus manos la posibilidad de abrirle a sus hijas la caja más valiosa: la del carácter, la disciplina y la resiliencia.

Si queremos ver a más niñas llegar, competir, crecer y trascender… entonces debemos empezar por casa.

Fuentes:

  • Ericsson, K. A., Hoffman, R. R., Kozbelt, A., & Williams, A. M. (2006). The Cambridge Handbook of Expertise and Expert Performance. Cambridge University Press.

  • Fredricks, J. A., & Eccles, J. S. (2004). Parental influences on youth involvement in sports. Journal of Sport and Exercise Psychology.

  • Sánchez-Miguel, P. A., Leo, F. M., Sánchez-Oliva, D., Amado, D., & García-Calvo, T. (2013). The importance of parents’ behavior in their children’s sport motivation. Journal of Human Kinetics.

  • Dweck, C. (2006). Mindset: The New Psychology of Success. Random House.

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